Reseña de «Un fallo en Matrix»

Hace unos días vi el documental Un fallo en la Matrix, que puedes ver en Filmin. Te pongo a aquí la sinopsis para que no dances de web en web, que quiero que te quedes aquí: 

«¿Y si viviéramos en una simulación, y el mundo tal como lo conocemos no fuera real? Para abordar esta idea fascinante, el aclamado cineasta Rodney Ascher («Room 237») utiliza un discurso de Philip K. Dick para adentrarse en la madriguera del conejo de la ciencia, la filosofía y las teorías de la conspiración.

Al explorar lo imposible de demostrar, el documental utiliza referencias culturales contemporáneas como la influyente «The Matrix», entrevistas con personas reales representadas por sus avatares digitales y una amplia gama de voces, tanto expertas como aficionadas. Si la teoría de la simulación no es ciencia ficción sino un hecho, y la vida es un videojuego al que juega una entidad incomprensible, entonces, ¿quién somos realmente?»

A mi parecer, la primera media hora del documental es entretenida. No digo interesante, porque no aporta nada nuevo. Además, en demasiados momentos se lían a explicar anécdotas como si detrás tuvieran alguna reflexión sobre la realidad de la existencia; luego, piensas un poco en ello y no dicen nada que invite a una verdadera meditación sobre el tema.

Así que no te lo recomiendo, hay cosas mejores por ahí, como leer directamente algunos libros de P. K. Dick, ver Matrix —que por cierto, no sé a cuento de qué, pero cuando hablan de la película, terminan por narrar un asesinato perpetrado por un obseso del filme; cosas de americanos, supongo—, o leer y ver algunos artículos y documentales si te apetece saber más sobre la idea de los mundos simulados.

Lo que quiero destacar aquí es otra cosa, de la que el documental es consciente como hace notar al inicio: entendemos el mundo y a nosotros mismos según el paradigma con el que opera la civilización en la que vivimos.

En los primeros minutos pone algunos ejemplos: como los griegos tuvieron mucha relación con el agua, ya que fueron reyes del mar durante siglos —en el documental mencionan los acueductos—, postularon que los temperamentos del ser humano se basan en humores, que eran líquidos que debían mantenerse equilibrados.

En la época en la que se normalizó el telégrafo, en el siglo XIX, los científicos comenzaron a investigar y a teorizar que la vida de los cuerpos vivos se basaba en impulsos eléctricos. Cosa que era cierta, pero no al cien por cien ni mucho menos. De ahí surgiría la mítica novela considerada el inicio de la ciencia ficción, Frankenstein o El moderno Prometeo, de Mary Shelley.

Durante el siglo XX, con la aparición de la informática, algunas ideas sobre la inteligencia por parte de Alan Turing, el auge de la ciencia ficción en sus vertientes tanto científicas como filosóficas e incluso esotéricas y otros factores que desconozco, empezó a concebirse el cerebro y la mente como un hardware y un software.

Ahora, en estos primeros veinticinco años del siglo XXI, estamos ante una evolución del siglo XX, como es natural, que irá tomando su propio camino. Todo está informatizado, cada año la realidad virtual es más inmersiva, los videojuegos son más y más sofisticados, los smartphones son como apéndices de nuestra vida y la inteligencia artificial empieza a hacer cosas increíbles, democratizándose, si bien puede crearse una burbuja en el sector por el ingente gasto energético que supone su uso. Supongo que el desarrollo de la física cuántica, que trabaja con una dimensión de la realidad cuyas leyes son distintas a las del mundo más perceptible por nosotros, también contribuye a potenciar teorías de todo tipo y de distinto calado en la sociedad.

Con estos ingredientes y otros que se me escapan, se concibe la posibilidad de que nuestra existencia se desarrolla en un mundo simulado, que no es la realidad base u original y que fuimos creados por a saber qué o quién. Y si personajes como Elon Musk lo creen así o lo promulgan, la repercusión de estas ideas es mucho mayor.

El documental en cuestión es un hijo de su tiempo y lo sabe, pero luego va por derroteros que, insisto, creo que no llevan a ninguna parte.

Lo que quiero comentar sobre todo esto es que, como podemos apreciar, si concebimos la realidad del mundo según el paradigma imperante, seguramente vislumbraremos ciertas verdades, pero estarán tamizadas por el ritmo de los tiempos. No vale la pena ser dogmático respecto a ninguna idea.

Por otro lado, creo que muchas de estas ideas van al núcleo de algo más genuino. Fijémonos, por ejemplo, en que estas hipótesis sobre los mundos simulados y la naturaleza de la realidad guardan semejanzas con la noción de maya de algunas tradiciones espirituales hindúes.

Si bien es cierto que para el vedanta advaita suele tener el significado de ilusión o engaño mental, en otras líneas hindúes el término cobra otro significado.

En la India védica temprana, el término maya se utilizaba para designar la habilidad o capacidad de los dioses para construir formas, para crear ex nihilo, por ejemplo, todo evento natural.

El término maya, como otros tantos cuando se habla de filosofía y religiones, contiene diversos significados. Su etimología es dudosa. Puede derivar de la raíz verbal ma-, «medir», «dar dimensión» a algo. Por tanto, sería delimitación, disposición, concreción, despliegue de una realidad. Otra posible etimología podría ser la de man-, «pensar». Pensar, no sólo en el contexto védico, sino en la metafísica tradicional, es el ejercicio de dar forma y crear algo, muchas veces a través del lenguaje.

Por cierto, no puedo olvidarme del libro el Tao de la física, de Frithjof Capra, otro ejemplo de cómo el filosofar y la investigación de la física cuántica guarda semejanzas con concepciones hindúes sobre la naturaleza de la realidad.

Dicho esto, la hipótesis de los mundos simulados, o varias de ellas, ya que tiene variaciones, implica que, si esta es una realidad simulada, alguien nos creó. ¿Alienígenas, dioses? No, no me pongo ufológico. De hecho, la ufología es un fenómeno también de su tiempo, así que no voy por ahí. (No soy creyente, I want to believe, pero no soy creyente. Pero es tan divertido el asunto…)

Lo que vengo a decir es que, como ya he indicado antes, percibimos la realidad según el paradigma civilizacional al que pertenecemos. Pero, más allá de eso, hay algo más genuino, algo más profundo que habla de nuestra auténtica naturaleza emergiendo de la forma en que le es posible. Supongo que eso es algo que cada cual tiene que descubrir si así lo desea, y algunas ideas de este tipo creo que tiene algo de eso.

¿Qué pensará la humanidad sobre la esencia de lo real dentro de cien años? A saber, pero que será otra cosa diferente a las de ahora, seguro.

No lo veré para saberlo. Aunque, quién sabe, quizá mi conciencia cabrá en un USB y podré conocer no sólo el futuro, sino nuevos universos paralelos, dimensiones cuánticas y todas las simulaciones existentes, incluidas las versiones anteriores a la nuestra. I want to believe.


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