Si habéis leído Entre dioses y vapores, sabéis que soy amante de las perspectivas absurdas sobre la vida. Y en esta breve reseña hablaré de una película que no es buena, pero tiene varios puntazos que me gustan. Además, el caso del doblaje en español es especial, lo que la hace más cutre —para mí, palabra que muchas veces es sinónima de divertido, y lo digo sin sarcasmo—. Os explico.
Las aventuras de Ford Fairlane es una de esas películas que habla del final de una época y el inicio de otra, en este caso el final de los años 80 y el comienzo de los 90, año en que se estrenó. Hay varios comentarios tanto del protagonista como de otros personajes que hablan con cierta nostalgia de una época que se marchaba porque empezaba una nueva era, en este caso en el mundo de la música, tema central de la película. Bueno, más bien del ambiente de Los Ángeles de aquellos tiempos.
Tuvo todos los ingredientes para ser la película que es: su director fue Renny Harlin, que dirigió Jungla de cristal 2 (Die Hard 2). También es el ganador de varios Razzies, incluido el de esta película, que recibió alguno que otro.
La película se hizo para promocionar a un cómico bastante polémico que estaba en la cresta de la ola, Andrew Dice Clay, que insultaba al público y hacía chistes de mal gusto para el pueblo americano.
Sale Priscilla Presley, que fue esposa de Elvis Presley, Robert Englund, el mítico Freddy Krueger, David Patrick Kelly, el inolvidable villano de The Warriors, actor de Twin Peaks y otras producciones. Hasta sale en algunas de John Wick. A esto hay que sumarles cameos de algunos artistas musicales de la época. Sin tener ni idea de cine y sacando todo esto de Wikipedia, la cosa podría haber ido mejor, supongo.
La trama y sus puntazos
Narra las aventuras —y desventuras también— de Ford Fairlane, un detective de Los Ángeles que trabaja para la industria musical y farandulera. Él mismo es cantante, tuvo su grupo y también fue agente musical o algo por el estilo. Lleva las pintas de Elvis, es un macarra, ligón, chulo y bastante idiota, aunque como tiene mucho estilo y brilla allá donde va, casi todo le sale bien. Por cierto, se llama Ford Fairlane porque es el modelo de coche que tiene y posee una guitarra Fender Stratocaster que perteneció a Jimi Hendrix. Y lo conocen en todos los clubs exclusivos de la ciudad.
La peli presenta un mini universo propio que parodia esos Ángeles ochenteros, absurdos, de juergas interminables, frivolidad e individuos trasnochados. Es una mitificación y a la vez una caricatura de lo que se movía por aquel entonces.
Al inicio de la película, muere en medio de un concierto Bobby Black, estrella del metal, de sobredosis, aunque podría haber algo detrás. Luego, Ford es contratado por su antiguo amigo Johnny para encontrar a su hermana. Ahí empieza la trama de la peli, en la que el conocido como el sabueso del rock and roll tendrá que aplicarse en serio para resolver el caso, que, como es obvio, va más allá de la hermana de Johnny.
Pero la trama es casi lo de menos. Los diálogos y escenas absurdas son la gracia del filme, para quien se ría con la propuesta, claro, porque habrá muchos que no se reirán con ella. Fue un fracaso total en taquilla, aunque con los años se convirtió en una película de culto, que ya es un género por sí mismo.
No voy a narrar todas las gracietas, sólo destacaré algunos detalles. Por ejemplo, en una escena del comienzo, cuando Ford entra a una discoteca, una de las chicas que se le acercan, le pide el teléfono. El detective macarra le da un número que comienza en 555, y la chica le responde:
—Eh, un momento. 555 no es un número real. Sólo lo utilizan en las películas.
Y Ford responde:
—No jodas, niña. ¿Qué te crees que es esto, la vida real?
Me hizo gracia esa especie de juego metalingüístico. En otra escena, después de negarse a llevar un caso del chaval que le imita, cambia la escena. Estaba dormido, se despierta y ve los billetes en su mano y dice: «No puedo creer que le haya aceptado el dinero». Es una tontería, pero me gustó aún más este juego metalingüístico, que utiliza los cambios de escena y el movimiento de cámara para «descubrir» que ha aceptado el caso. Me gustan las películas en las que el medio mismo forma parte de la trama, como La venganza de Don Mendo.
Pero lo que a mí y creo que a la mayoría de los espectadores de los 90 que vimos la película en la tele nos hizo más gracia, fue un insulto que sólo puede escucharse en el doblaje en español, que tuvo su propia historia.
En el momento en que la peli se iba a doblar, hubo una huelga de actores de doblaje. No sé si fue por falta de personal o a saber cuál es su intrahistoria, pero quien dobló a Ford fue el exótico Pablo Carbonell, actor, cantante de los Toreros Muertos y otras tantas cosas más. Él en sí mismo es un personaje de lo más curioso, eso es innegable. Pero no es actor de doblaje, no funciona igual que ser actor escénico —no sé si esa es la designación, pero se entiende, ¿no? Iba a decir «normal», pero es que en España también es muy normal el doblaje—.
Carbonell hizo un trabajo horrible, pobre, poco creíble. Y ahí está el plus de ver la película doblada al español. Sus «Increíble-ble», su forma de decir «¡Guau!», las rimas que hace, en fin, todo, es un despropósito de principio a fin. Y a mí me encanta. Es de esos doblajes que, de tan malos, son geniales.
Esto me recuerda, también en los 90, cuando se publicó para Playstation el videojuego MediEvil. El doblaje era malísimo, digno del estatus de culto, ya no sólo por las actuaciones, sino por la traducción en sí, con bastantes errores. Para mí, al menos en España, lo hace más mítico de lo que fue en realidad.
«Eres un menosmola»
No me olvido del insulto, que te acabo de chivar en el título de este apartado. En varios momentos de la película, Ford se pica con el teniente Conrad, que no se soportan porque Ford se negó en el pasado a promocionar el grupo de Conrad antes de que se hiciera policía. Su buty time es pegadizo de lo malo que es.
Pues el insulto clave que nos sorprendió a muchos fue menosmola. «Eres un menosmola», le dice Ford. En la versión original se llama jerk off, una forma vulgar de llamar a alguien onanista. En el caso español lo mejoraron mil veces con el menosmola. No sé si es un insulto sacado del espacio-tiempo español ochentero o una invención de los que tradujeron la película, ni idea, no he encontrado información. Sólo sé que tuvo su predicamento durante un tiempo en Forocoches —foro en el que nunca he estado, dicho sea de paso— y poco más.
La cuestión es que quiero aprovechar para reivindicar el término, no sólo hacia personas, sino hacia situaciones, objetos y otras contingencias de la vida. Menosmola. No hace falta ni definirla, está claro. También algo o alguien puede masmolar, no hay que olvidar esto. Mira, ya tenemos un nuevo verbo —o recuperado de antiguas jergas, me gustaría saberlo—. Menosmolar y masmolar. Formará parte del vocabulario usado en esta web, para masmolar más. Pero lo usaremos cuando toque, porque si no esta web menosmolará y no quiero eso.
Bueno, para ir terminando que para ser la peli que es me he estirado sin necesidad. A mi me entretuvo y me sigue entreteniendo. Hay mucho chiste sin gracia, algún puntazo con más gracia, escenas y comentarios que ahora ya no tienen lugar y estereotipos por todas partes. Es normal que fracasara, pero mira, si te ha gustado la reseña y tienes curiosidad, no creo que eches un mal rato.
Bueno, me voy a menosmolar a otra parte.
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