Esbozo de cómo escribí Mundo Cosa

Hace ya como un par de semanas que no subo nada al blog, he andado algo ocupado. Ya de regreso, hoy comparto con vosotros algunas de mis motivaciones que me llevaron a escribir la novela Mundo Cosa: Entre dioses y vapores, que está a la venta en Amazon en e-book y en papel. Comparto a continuación la sinopsis y luego os hablo un poco más sobre ella:

«Kaltus Buensuceso era despachador de monstruos. Un oficio sufrido, pero bien remunerado gracias a los pluses por peligrosidad. Trabajaba por cuenta propia —otro disgusto—, con lo cual sus servicios podían ser contratados por cualquier ciudadano, institución o congregación religiosa. En su caso, estaba especializado en despachar monstruos de excavaciones arqueológicas. Cuando los arqueólogos, durante una excavación, se topaban con jaurías de monstruos que no recibían con demasiado aprecio a los inesperados visitantes, Kaltus acudía con su espada electrificada y sus conocimientos para despachar a las criaturas.»

Kaltus es oriundo de Canónica, la Ciudad de Bronce alimentada por vapor. En uno de sus encargos como despachador descubrirá los misterios de la ciudad, los planes de alguien que quiere hacer el mal y quizá el sentido de su existencia, entre otras tantas cosas con más o menos sentido y coherencia.

Durante su aventura se encontrará con variopintos y estrafalarios personajes y hechos, como magos ambiguos, un robot con múltiples personalidades, un par de monstruos, sectas secretas con afanes más secretos aún, momentos embarazosos, persecuciones por tierra y aire y todas aquellas vicisitudes que suceden cuando alguien, obligado o no, vive aventuras.

Entre dioses y vapores es una novela de fantasía steampunk narrada desde la comicidad, lo absurdo y lo heroico, en la que se entrelazan lo épico con el sinsentido y la aventura con la mala fortuna de su protagonista.

Para quien no lo conozca el steampunk, echadle un vistazo a este enlace. Es un subgénero dentro de la ciencia ficción que siempre me ha gustado, tanto sus historias como su estética.

Mi novela difiere en varias cosas de la estética y ambientación habitual del steampunk, ya que la ciudad donde transcurre la aventura, Canónica, ni es victoriana ni sucede en el mundo anglosajón. Por esta razón indico en la sinopsis que es fantasía steampunk, en un mundo fantástico con sus propias reglas y contextos.

Me gustaría compartir con vosotros cómo nació la novela. Hasta antes de comenzarla, escribía relatos, que iré compartiendo en esta web. No soy muy planificador cuando me pongo a escribir una historia; no suelo tener una idea preestablecida de lo que quiero contar, ni una imagen seminal de la que parte todo. Como mucho tengo algunos retales que me han surgido en mi día a día mientras leo, trabajo o me doy un paseo, retales que uno entre sí si me apetece.

Tampoco me atraen las historias con pretensiones de pasar por el tamiz hermenéutico de lectores avezados ni las moralejas, sobre todo si toman un cariz sentimentaloide. Prefiero historias que sí, me hagan pensar, pero por la narrativa misma, no por el lugar al que me quieren llevar. Me gusta más que la naturalidad de la narración y del desarrollo de los personajes ya digan las cosas que se quieren decir.

Precisamente por mi tendencia —y apetencia— por escribir historias de esa manera, a veces pensaba que estaba haciéndolo mal, que antes de nada debía planificarlo todo, ordenar la historia con sus personajes, lugares, trasfondo, etc. Esto es lo que en algunos manuales se dice, literalmente. Pero hubo tres autores no relacionados entre sí que me hicieron entender que mi forma de escribir narraciones está bien si sé conducir la historia de forma coherente: Tolkien, Alan Moore y Rodrigo Cortés.

La obra de Tolkien me apasiona, como a tantos lectores. Al indagar un poco sobre su escritura y modo de crear su mundo y las historias que contiene, supe un detalle que me pareció muy curioso: aunque sabía cuál era la historia, muchos detalles se le iban apareciendo durante la escritura. Por ejemplo, cuando los hobbits van a Bree, Tolkien «sabía» que se encontrarían con un misterioso encapuchado, pero el autor desconocía su identidad. Quizá era un hobbit albo u otro tipo de personaje. Pero fue escribiendo cuando Tolkien «descubrió» que era Aragorn, heredero de Gondor. Lo mismo le sucedió con Ella Laraña, que sabía que aparecía en algún momento de la historia, pero ni cómo, ni cuándo. Es decir, tenía un mundo construido, pero él también recorría junto a los protagonistas la Tierra Media.

Respecto a Alan Moore, él propone un ejercicio para cultivar la escritura, la imaginación y la capacidad de crear. El ejercicio consiste simplemente en escribir un relato sin pensar en una historia, a lo que salga. Me consta que más de un libro se ha escrito de esta manera, con resultados bastante hilarantes. Pero si nos lo ponemos a pensar, esto mismo que estoy escribiendo es un poco así. Sé lo que quiero contaros, pero es mientras escribo que toma forma lo que os estoy explicando. Hace un momento no sabía que iba a mencionar a Aragorn, en serio. Lo mismo pasa con las conversaciones en líneas generales. Quizá somos más intuitivos de lo que somos capaces de reconocer, quién sabe.

Y sobre Rodrigo Cortés, algo parecido puedo decir respecto a cierta intuición y poesía a la hora de escribir «sobre la marcha». Cuando publicó Los años extraordinarios, le escuché decir en una presentación que vi en Youtube que la escritura de la novela fue libérrima, sin obedecer apenas a una pauta o historia ideada. Él muestra una mirada, el «sobre la marcha» de Jaime Fanjul. Más tarde compré la novela y me gustó.

Estos tres autores, y otros tantísimos que no conozco o que conozco sin saber su forma de escribir, veo que ponderan la intuición, el lenguaje y el conocimiento para hacer literatura. Es decir, que en cierto modo son entre salvajes y ortodoxos a la hora de escribir, libres pero ordenados, no sujetos a pautas y sin embargo conociendo los códigos necesarios para que una historia lo sea, porque va más allá de abusar o no de los adverbios, tener riqueza léxica o una imaginación chisporroteante.

Eso me tranquilizó ante la idea absurda de lo que está bien o mal en la escritura. Un día empecé a escribir otro relato, y disfruté de lo que ahora es el primer capítulo, así que decidí seguir escribiendo hasta que me sumergí en la historia de Kaltus Buensuceso.

Seguí escribiendo. Llegado a un punto fui ordenando hechos, personajes y trasfondos cuando tocaba, y al mismo tiempo seguía siendo libre al escribir. Y disfrutando del recorrido. Guste o no guste la novela, que eso es otro menester, para mí ha sido una bella experiencia.

Y bueno, esto es lo que quería compartir. Espero que leáis Mundo Cosa: Entre dioses y vapores y os sea agradable y entretenida de leer.

Nos leemos pronto.


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