Pues ya estamos en pleno solsticio y con él llega la Navidad. Cuando llegan estas fechas siempre hay gente que, haciéndose la auténtica, sincera e inteligente, supuestamente airea la hipocresía de sus congéneres en estos días. Esa hipocresía consiste, según dicen, en aparentar que todos los miembros de la familia se quieren cuando en realidad, ni fu ni fa, en felicitar o hablar con personas con las que durante todo el año no tienes contacto y cosas así. Luego está el tema del consumismo, los regalos, caprichos y todo ese rollo. Creo que las personas que enfocan estas fiestas de esa manera están reflejando la forma en cómo viven, no cómo son las cosas. Vamos, que se retratan ellos solos.
En lugar de plantearse egoístamente que encontrarse con personas no afines a uno mismo es hipocresía, ¿por qué no ser más compasivo y cercano? No quiere decir que por obligación alguien deba caerte bien, sino simplemente ser como mínimo cordial y considerado, serlo de verdad. Eso no es hipocresía, es tener consideración con tu igual.
Lo mismo para las felicitaciones con personas con las que nunca tienes contacto. Cada uno hace su vida, y hay personas que tenemos en estima, pero con las que, por diversas razones, no tenemos demasiada relación. A todos nos pasa. ¿Por qué? Porque hacemos nuestra vida: tenemos responsabilidades, afinidades más o menos cercanas con unos que con otros, etc. Siendo así, no veo hipócrita acordarse en algún momento del año de gente que aprecias. A mí me alegra recibir un mensaje de personas con las que no mantengo contacto, es una muestra de consideración, respeto y afecto. Al menos así lo vivo yo.
Por eso, como he dicho al principio de este blog, creo que los que se las dan de personas auténticas sólo reflejan su desprecio y egoísmo para con los demás. Esa actitud nos lleva a desconfiar de los otros, a ver segundas intenciones y ese tipo de historias. Eso nos envenena. ¿Qué cosas así suceden? Claro. Pero el que así actúa es el primero que paga las consecuencias, aunque no se percate.
Lo dice alguien que ama la soledad. No soy de aglomeraciones ni fiestas. De hecho, me apetece que pasen ya las Navidades para volver a mis rutinas, que tanto disfruto. Pero ya que hay fiestas y me toca reunirme, pues lo hago, no hay problema. Prefiero ser considerado que un cascarrabias.
Lo dicho: Felices Fiestas y, si ya no escribo hasta 2025, buena entrada de año.
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