En el siguiente artículo analizo el relato de Ted Chiang La historia de tu vida. Al ser un análisis destriparé su argumento, así que es preferible que lo leas una vez hayas visitado el relato.
Ted Chiang es uno de mis autores favoritos. A partir de unas pocas ideas-semilla, Chiang cuenta historias con planteamientos que me parecen muy particulares, que llevan dichas ideas hasta límites que no se espera el lector. Por ejemplo, en su relato Comprende, plantea qué podría suceder cuando un individuo desarrolla su inteligencia hasta límites inimaginables para las personas normales, y qué supone esto para él. En Dividido entre cero, una brillante matemática descubre que las matemáticas no existen, y qué significa esto.
En el relato que comentaré ahora, La historia de tu vida, da título a la primera antología de sus relatos y en donde aparecen los otros dos mencionados entre otros tantos de gran interés. Fue llevado al cine por Denis Villeneuve en 2016 con el título La llegada. Me gustó, pero el relato llega a más sitios en el sentido filosófico y por esta razón me ceñiré a él para la presente exposición.
La historia de tu vida plantea la existencia de un lenguaje escrito que, en lugar de estar dirigido, como sucede en el caso humano, por una percepción secuencial, es decir, por una perspectiva basada en las causas y sus efectos, está enfocado a una percepción simultánea y teleológica, como indica el relato. Dicha simultaneidad se refiere a que la percepción de la existencia, por parte de los alienígenas del relato, acoge al mismo tiempo pasado, presente y futuro. Esto plantea temas que merece la pena comentar.
Pero antes de comenzar, veamos las ideas que llevaron al autor a escribir el relato, explicadas por él mismo:
«Este relato nació de mi interés en los principios variacionales de la física. He encontrado fascinantes estos principios desde que supe de ellos por vez primera, pero no sabía cómo usarlos en un cuento hasta que vi una representación de Time Flies When You’re Alive, el monólogo de Paul Linke sobre la batalla de su mujer contra el cáncer de mama. Se me ocurrió que podría usar principios variacionales para contar una historia sobre la respuesta de una persona ante lo inevitable. Unos años después, esa idea se combinó con los comentarios de una amiga sobre su hijo recién nacido para formar el núcleo de este cuento.
Para los que estén interesados en física, debo decir que la discusión que tiene lugar en el relato sobre el Principio de Tiempo Mínimo de Fermat omite toda mención a sus bases de mecánica cuántica. La formulación de mecánica cuántica es interesante a su manera, pero preferí las posibilidades metafóricas de la versión clásica.
En cuanto al tema del relato, probablemente el resumen más conciso de éste que he visto aparece en la introducción de Kurt Vonnegut a la edición del veinticinco aniversario de Matadero 5:
“Stephen Hawking… encontró intrigante la idea de que no podamos recordar el futuro. Pero recordar el futuro es para mí ahora un juego de niños. Sé lo que será de mis bebés inermes y confiados porque ahora son adultos. Sé cómo acabarán mis amigos más íntimos porque ahora muchos de ellos están jubilados o muertos… A Stephen Hawking y a todos los que son más jóvenes que yo les digo: ‘Sed pacientes. Vuestro futuro vendrá a vosotros y se tumbará a vuestros pies como un perro que os conoce y os quiere seáis quienes seáis’.”» Nota sobre el relato: pp. 321-322
El principio de Fermat habla de una causa y su efecto, de cómo, por ejemplo, se desplazará un rayo de luz de un punto a otro punto buscando la forma más rápida de llegar a su meta. Como no soy físico seguramente lo he definido de modo grosero, pero lo importante en el contexto del relato es que este principio es una prueba más de la secuencialidad de nuestra percepción y por tanto de nuestro entendimiento de la existencia y de los fundamentos del universo.
Como has leído el relato no es necesario que explique quiénes son los heptápodos. Vayamos directos al tema. Estos seres alienígenas tienen una particularidad que los diferencia sustancialmente de los humanos, y es que su percepción, su vivir, no es secuencial, sino simultáneo. Viven el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo.
Fotograma de La llegada.
Una pregunta que me surge —varias, en realidad— es si un ser así vive simultáneamente esto o si su percepción sería muy diferente a lo que suponemos. La idea de simultaneidad quizá es un modo de referirse a esa otra percepción desde una consciencia secuencial y no describe exactamente lo que es. Es posible que dicho ser no perciba que haya pasado, presente y futuro, o lo hace de una manera que no podemos concebir. Literalmente, este ser está experimentando toda su existencia todo el tiempo, y aunque podamos imaginarlo e incluso describirlo, experimentarlo es otra cosa.
Otras cuestiones que me surges son: siendo prescientes, ¿los heptápodos pueden desear algo? ¿Necesitan planificar sus actividades? ¿Pueden negarse a hacer algo? Como puedes apreciar, estas preguntas obedecen a una percepción secuencial, y seguramente que para una consciencia simultánea no pueden ser siquiera planteadas.
El heptápodo B
En el relato, el lenguaje oral de los alienígenas es llamado heptápodo A, y el escrito heptápodo B. Al principio, la doctora Barnes cree que su escritura es logográfica o ideográfica con unas características peculiares:
«El logograma era extraño: después de examinarlo un rato, pude identificar los elementos gráficos que se parecían a los logogramas individuales de “heptápodo” y “calabaza”. Parecía como si se hubieran fusionado, con varios trazos extra que supuestamente significaban “comer”. ¿Se trataba de un ligado entre múltiples palabras?» p. 125
«Ahora me di cuenta de que todos contenían el logograma de “heptápodo”; algunos estaban rotados y distorsionados al estar combinados con los diversos verbos, así que al principio no los había reconocido.
[…]
—Su escritura no está dividida en palabras; una frase se escribe uniendo los logogramas de “heptápodo”; una frase se escribe uniendo los logogramas de las palabras componentes. Unen los logogramas rotándolos y modificándolos.» p. 126
Es decir, que los logogramas están unidos siempre, se significan en conjunto, como veremos luego. No son una representación del habla, sino que son acciones, participación y no representación. Indican lo que es, no se refieren a.
Sobre el tema del significado y la naturaleza de esta escritura, la protagonista explica lo siguiente:
«Me acerqué a la pizarra y dibujé un círculo con una línea diagonal que lo cortaba en dos. —¿Qué quiere decir esto?
—¿“Prohibido”?
—Exacto. —Luego, escribí la palabra PROHIBIDO en la pizarra —. Y esto también. Pero sólo es una representación del habla.
Los lingüistas describen este tipo de escritura como “glotográfico”, porque representa el habla. Todos los lenguajes escritos humanos pertenecen a esta categoría. Sin embargo, este símbolo es escritura “semasiográfica”, porque transmite un significado sin referirse al habla. No existe una correspondencia entre sus componentes y ningún sonido en particular.»
«[…] escribir y hablar pueden ser tan diferentes cultural o cognitivamente que usar lenguajes diferentes tiene más sentido que usar diferentes formas del mismo idioma.»
Así, la doctora Barnes propone el término semagrama para referirse a los gráficos o logogramas de los heptápodos.
«Al parecer, un semagrama se correspondía vagamente con una palabra escrita en los idiomas humanos: tenía significado por sí mismo, y combinado con otros semagramas podía formar un número infinito de frases.» p. 132:
En el momento de intentar intercambiar y aprender sobre matemáticas y física elemental, los heptápodos no entendían conceptos básicos de la física, como masa y aceleración. Entendían más fácilmente los principios «complejos», es decir, que quizá lo que para los humanos es más fácil, para ellos es difícil, y viceversa.
En cambio, los lingüistas sí que avanzaban.
Los grafemas de cada semagrama no podían ser aislados del resto del semagrama o bloque de semagramas en cuestión. Igual que el modo de entender el lenguaje en la Antigüedad, las palabras, las acciones, el lenguaje en sí, son una extensión del hablante y una participación completa en la realidad, y el mismo lenguaje forma parte del contexto en el que este se usa, porque es un elemento más del hecho del que se habla, no un medio para referirse al tema tratado con el lenguaje, como si el tema no tuviera relación directa con él. Chiang no va exactamente por ese camino, que hemos tratado en el artículo sobre la obra de Barfield, pero en varias cosas se le acerca.
Los heptápodos, en su consciencia simultánea, no pueden escindirse de sí mismos, porque conocen todo su devenir hasta el día de su muerte. Esto implica una forma muy diferente de entender y vivir la propia existencia y el cómo se interactúa con la realidad. Es el caso de Barnes y algunos otros colegas lingüistas que consiguen dominar hasta cierto punto el heptápodo B, que les transforma interiormente:
«Con el tiempo, las frases que escribía se fueron haciendo más bellas, más cohesivas. Había alcanzado el punto en el que funcionaba mejor si no pensaba mucho en ello. En lugar de intentar diseñar cuidadosamente una frase antes de escribir, podía simplemente empezar a escribir trazos al instante […]. El heptápodo B estaba cambiando mi forma de pensar. Para mí, pensar significaba típicamente hablar con una voz interior; como decimos en mi profesión, mis pensamientos estaban codificados fonológicamente. […] Con el heptápodo B, […] mis pensamientos se estaban codificando gráficamente. Había momentos como de trance durante todo el día cuando mis pensamientos no se expresaban con mi voz interna; en su lugar, veía semagramas con el ojo de mi mente, brotando como escarcha en una ventana.
Al adquirir mayor fluidez, los diseños semagráficos fueron apareciendo completamente formados, articulando incluso ideas complejas a la vez. Pero mi ritmo de pensamiento no era más rápido en consecuencia. En lugar de apresurarse hacia delante, mi mente colgaba en equilibrio sobre la simetría que subyacía a los semagramas. Los semagramas parecían ser algo más que lenguaje; eran casi como mandalas. Me sorprendía en estado meditativo, contemplando la forma en que las premisas y las conclusiones eran intercambiables. No había una dirección inherente en la forma en que se conectaban las proposiciones, no había “hilo de pensamiento” que siguiera un camino en particular; todos los componentes del acto de razonar eran igualmente potentes, todos tenían idéntica importancia.» p. 149-150
Quiero parar en esto último: premisas y conclusiones intercambiables, donde no hay «hilo de pensamiento», pues todos los componentes del acto de razonar —y del vivir, diría— tienen idéntica importancia. Y esto venía provocado por el estado meditativo y contemplativo en el que entraba con el aprendizaje del heptápodo B.
Con nuestra mentalidad actual, individualista, materialista y excesivamente histórica, nuestra percepción, y por extensión nuestro lenguaje, funcionan secuencialmente, como estamos viendo. Al contrario que Chiang y por los temas tratados en nuestra serie sobre el tema, a partir de la revolución científica nuestra percepción se moldeó a favor de una visión utilitaria y escindida del resto de la realidad. «Todo es una máquina, todo es controlable si sabemos cómo funciona». Desapareció la participación en lo subyacente a toda existencia, en el significado, cambiando el ser por el hacer, la unión por la separación.
Me refiero a aquello que podemos llamar sagrado, religiones aparte. Entiéndase que no abogo por la religiosidad, sino por la participación de la esencia, llamémosla espiritual, de todo cuanto existe. Si todo fenómeno es una conjugación de causas y efectos interconectados y solamente nos perdemos en ellos, en lo múltiple, perdemos la noción de lo unitario, de aquello subyacente, de Lo Real. Dicho de otra manera, nuestra mirada, por lo general, es estrecha porque no vemos más allá de fenómenos y secuencias.
Para nosotros existen hitos en nuestra historia personal que nos transforman, hitos que cambian la historia humana o hitos que cambian el clima del mundo, por poner unos pocos ejemplos. La búsqueda de hitos obedece a una perspectiva secuencial de los hechos vividos. Imaginemos por un momento que no tuviéramos en cuenta estos hitos y viéramos más ampliamente que todos los elementos de nuestra vida nos llevan a un lugar, que es el que nos toca.
La idea tradicional de Destino
«La existencia del libre albedrío quería decir que no podíamos conocer el futuro. Y sabíamos que el libre albedrío existía porque teníamos una experiencia directa de él. La volición es parte intrínseca de la consciencia.
¿O no lo era? ¿Y si la experiencia de conocer el futuro cambiase a una persona? ¿Y si evocase una sensación de urgencia, una sensación de obligación de actuar exactamente como sabía que debía hacerlo?» p. 154-155
En las sociedades tradicionales, al tener una consciencia participativa respecto a su interacción con el mundo y lo sagrado, se entendía que cada individuo debía asumir su sino, su destino, aquello para lo que fue creado. Digamos que es la versión seria de lo de buscar el propósito de vida que escuchamos en la autoayuda, que se basa más en los deseos de triunfar o de estar bien, sea lo que signifique eso. Aquí hablamos de algo más vital.
Por ejemplo, en el Antiguo Egipto, la figura de Maat era capital. Maat era la Verdad, la Justicia, la Armonía, dadora de vida. Era un principio divino que regía el orden del universo. La virtud, el hacer lo dictado por los dioses y el estar en armonía con toda existencia era «hacer Maat y decir Maat».
En el periodo helenístico, tanto estoicos, como herméticos y otros tantos movimientos filosóficos y mistéricos hablaban de la Heimarmene, Lo Necesario, lo que debe ser y no puede ser de otra manera. Si un individuo era capaz de reconocer lo que era Necesario y lo realizaba, estaba en conformidad con su propia alma y con el conjunto cósmico. No era una cuestión de libertad o determinismo, sino de hacer lo que debía hacerse.
El principio del wu wei, la no-acción de la que nos habla el taoísmo, va en la misma línea: el sabio lo es porque actúa sin actuar, es decir, fluye con la corriente del Tao y hace lo que debe ser hecho, no por deseo del individuo, sino porque es lo que debe ser.
Estos ejemplos resumen en exceso lo que significan, pero espero que sea suficiente para que se entienda su trasfondo: Lo Necesario es la finalidad última de toda nuestra existencia, por y para lo que vivimos. Esa es la consciencia teleológica de los heptápodos, que en el pensamiento tradicional es la Sabiduría ejercida, que consiste en seguir la Voluntad Divina.
En el caso del relato, Chiang habla del Libro del tiempo, yendo a la cuestión de si existe o no el libre albedrío. ¿Puede elegirse lo que se va a hacer, o todo está predeterminado? Esta idea sólo se presenta ante la naturaleza humana actual, en la que el tiempo se vive como lineal, y por tanto no se puede conocer el futuro (causa y efecto). Pero si se vive en una consciencia teleológica, en la que lo que subyace a todo es la finalidad última de las cosas…
En el heptápodo B no hay semagramas más importantes que otros, porque todos los elementos de una frase obedecen al mismo fin último, son engranajes que permiten llegar a ese fin, no una secuencia con hitos. De repente, todo cuanto se haga, no es tan importante siempre que se realice para llegar al fin último. Como explica el autor:
La libertad no es una ilusión; es perfectamente real en el contexto de la consciencia secuencial. En el contexto de la consciencia simultánea, la libertad no es significativa, pero tampoco lo es la coerción; es simplemente un contexto diferente, ni más ni menos válido que el otro. […]
De igual forma, el conocimiento del futuro era incompatible con el libre albedrío. Lo que hacía posible que yo ejerciera mi libertad de elección también volvía imposible que conociera el futuro. Y al contrario, ahora que conozco el futuro, nunca actuaría contra ese futuro, incluyendo decirles a los demás lo que sé: los que conocen el futuro no hablan sobre él. Aquéllos que han leído el Libro del tiempo nunca lo admiten.» p. 160
En resumen:
«Pensad en el fenómeno de que la luz toque el agua en un ángulo dado, y viaje a través de ella en un ángulo diferente. Explicadlo diciendo que una diferencia en el índice de refracción provocó que la luz cambiase de dirección, y se ve el mundo como lo veían los humanos. Explicadlo diciendo que la luz minimizó el tiempo que necesitaba para viajar hasta su destino, y se ve el mundo como lo verían los heptápodos. Dos interpretaciones muy distintas.
[…]
Los humanos habían desarrollado un modo de consciencia secuencial, mientras que los heptápodos habían desarrollado un modo de consciencia simultáneo. Nosotros experimentábamos los acontecimientos en un orden, y percibíamos la relación entre ellos como causa y efecto. Ellos experimentaban todos los acontecimientos a la vez, y percibían una intención que los subyacía a todos. Una intención minimizadora y maximizadora.» p. 157
Conclusión
Seguro que hay más donde escudriñar en este relato, como por ejemplo la idea, estudiada por algunos lingüistas, de que el lenguaje no es solo descriptivo o participativo, sino también una acción en sí misma. Con el lenguaje no sólo transmitimos información. Según qué se dice, repercute directamente en el acontecimiento en cuestión, es una acción en sí. Un ejemplo muy gráfico: según qué país, político o corporación diga una cosa u otra, esto puede repercutir directamente en los índices bursátiles. Esas palabras han hecho «magia». Y esto sucede en nuestro día a día.
Digo magia porque, durante milenios, las prácticas mágicas tenían como canal principal el uso de fórmulas verbales concretas que transforman una porción de la realidad. Por esta razón, entre otras, Alan Moore dice que es un mago.
Aunque no soy de moralejas, lo que quería resaltar con este artículo es que el lenguaje forma parte de cómo percibimos la realidad, como interactuamos con ella y de que, en definitiva, su uso tiene más importancia del que pueda parecer. No es sólo un medio de comunicación, sino un elemento que nos transforma y que puede transformar las cosas. Y eso, creo, implica una responsabilidad para todos los que poseemos aparato fonador y ejercemos el habla.
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