Esta semana he terminado de leer Las Puertas de Anubis, de Tim Powers. Me la recomendaron mientras buscaba leer algo de steampunk y la adquirí. Es considerada una de las primeras novelas steampunk, aunque, como veremos, no es exactamente así en lo estrictamente formal. O sí, no lo sé, porque la etiqueta nació englobando a esta novela, que acuñó K.W. Jeter, gran amigo de Powers. Esto os lo explico hoy.
La novela me ha gustado, tiene una historia original, variada y con giros constantes. Por otro lado, he de decir que a veces la acción me ha parecido confusa, hay detalles que no terminan de explicarse y la novela corre mucho a partir de la segunda parte de la historia.
A mi parecer el ritmo cambia demasiado de la primera a la segunda parte y eso me hizo perder algo de interés en algunos momentos. Pero como la trama me tenía intrigado, seguí. He de decir que el final tampoco me ha resultado memorable.
Resumiendo: la trama me parece original, la consecución, no tanto. Aun así, os la recomiendo, porque quizá a algunos os guste más su narrativa que a mí. Además, es ganadora de varios premios, siendo el primero el Philip K. Dick Awards de 1983. Mala no es. Es de esas novelas cuyas reseñas o la ensalzan o la hunden.
Os doy tan rápido mi opinión sobre la novela porque en esta ocasión quiero hablar de algunos temas que me han parecido más interesantes respecto a la misma. Su background, por ejemplo, lo que concierne al personaje de William Ashbless y cómo nació la etiqueta steampunk.
Nombrando géneros
Las Puertas de Anubis es considerada una de las novelas fundadoras de lo que ahora llamamos steampunk. Pero en lugar de definirlo directamente, cosa que haré luego, me apetece hablar un poco del sufijo punk, que forma parte de los términos cyberpunk, dieselpunk, teslapunk, del actual silkpunk, un emergente género dentro de la ciencia ficción china, o del steampunk que nos ocupa.
¿Qué es el punk? A todos nos suenan los punkis. Los relacionamos con la música contestataria, los movimientos antisistema, una estética que rompe con el canon social establecido y su enemistad con el establishment en general. Y eso son, una subcultura, que suele decirse. Nacieron en los años 70, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra.
Aunque varios grupos musicales como The Ramones o los Sex Pistols pueden considerarse mainstream, lo cierto es que este movimiento representaba la rebeldía contra todo lo considerado opresivo, ya fueron gobiernos, ideologías o el corporativismo. Que luego fuera una forma más de disidencia controlada, ni idea, ni es el tema que me interesa aquí. Por cierto, qué anglófono estoy hoy, que si punk, que si establishment, que si mainstream…
En los años 80, el sufijo –punk fue añadido al subgénero de la ciencia ficción de la distopía, con el cyberpunk, etiqueta más conocida, supongo, de lo punk en ciencia ficción. El cyberpunk es un subgénero que generalmente narra una distopía futurista en la que la resistencia contra las megacorporaciones, la tecnología más ultra avanzada, la decadencia social y a su vez la reflexión filosófica motorizan la historia.
En el steampunk, en mi opinión, no veo tan claro lo punk. Hay historias que aprovechan el contexto victoriano en el que se narran para hacer crítica social, pero, si pensamos en lo que normalmente consideramos steampunk, es más habitual relacionarlo con una visión retrofuturista de la Londres victoriana, aunque no siempre sea la ciudad representada en el género.
Esta Londres victoriana —u otro lugar— del siglo XIX tiene tecnología puntera, propia de nuestros días o incluso más allá, solo que la fuerza motriz de dicha tecnología es el vapor. Es muy probable que me equivoque, pero lo steampunk, gustándome mucho —lo puedes comprobar en Mundo Cosa: Entre dioses y vapores—, la considero más una estética, y no me refiero sólo a la carcasa, sino a un contexto histórico romantizado que de punk no tiene mucho. No es necesariamente distópico, sino que entra en el género de la ucronía.[1]
Dicho más brevemente: lo normal es que el steampunk sea una ucronía retrofuturista, donde sus historias, al basarse en un pasado real pero convertido en fantasía, hacen confluir personajes históricos en una suerte de «historia secreta» del siglo XIX y principios del XX: Las Puertas de Anubis tiene mucho de esto.
Ojo, que no pasa nada, es genial. Lo romantizado a veces nos lleva a lugares más sugerentes que la literatura intencionadamente crítica y reivindicativa. Esta última puede rozar el panfleto propagandístico si el autor se ubica en exceso en sus creencias, convirtiéndose la historia en una fábula a favor de unas ideas sujetas al devenir de los tiempos. No niego que a veces ha salido bien, pero no siempre.
También hay que decir que algunos filólogos afirman que la verdadera literatura siempre es contestataria, y si hacemos un poco de broma con esto, hasta el Quijote tendría su rollo punk. Como ni soy experto ni pretendo serlo, volvamos al tema, que me desvío sin necesidad.
El Grupo de California
Sigamos poniendo contexto. En los años 70, en aquella California hippie, variopinta, romantizada, ya que estamos con la palabrita, pasaron muchas cosas, como ya sabemos. Y como ya lo sabemos, no lo voy a repetir aquí. Busca Woodstock, hippies, chamanismo, LSD o año 68 y si tiras del hilo te harás una idea de lo que fue.
En aquella época, la escena californiana hizo coincidir a personajes como Carlos Castaneda o Krishnamurti, grupos como The Doors, el Hollywood mítico de las grandes primeras estrellas internacionales del cine moderno, los hippies mencionados, grandes autores de ciencia ficción y a saber qué más. Entretenido tuvo que ser.
Pues en el tema que nos ocupa, la ciencia ficción también tuvo su cuota. Aunque no fue un movimiento definido como los Inklings o los Futurianos neoyorquinos, California reunió a varios de los autores más importantes de la ciencia ficción y la fantasía. Algunos nombres, premiados, por cierto, son: Ray Bradbury, Philip K. Dick, Fritz Leiber, Larry Niven, Jerry Pournelle, Gregory Benford, David Brin… Si comprobáis todos estos nombres, veréis que no hablamos de donnadies dentro de estos géneros. Todos ellos, aunque no formaran un grupo cohesionado como los mencionados, fueron llamados años más tarde como el Grupo de California.
A estos nombres y a este no-grupo hay que añadir tres autores más, que son los que nos interesan junto a PKD en el artículo de hoy: Tim Powers, K. W. Jeter y James Blaylock.
El gran y deforme poeta William Ashbless
A comienzos de los 70, tres jóvenes de la CSUF, la Universidad Estatal de California en Fullerton, estudiantes de filología inglesa e interesados en la poesía, estaban hartos de encontrarse con poesía que no les terminaba de convencer.
Así, junto a su gran amigo James Blaylock, otro autor de importancia, decidieron comenzar a escribir una serie de poesías que pronto empezaron a tener cierto predicamento en su círculo universitario. Pero no usarían sus nombres reales. Crearon un personaje, un poeta llamado William Ashbless, al que todo el mundo creería una persona real.
Como hemos empezado hablando de Tim Powers, vamos a parafrasearlo a partir de una extensa entrevista que puedes leer aquí. Powers nos cuenta la historia de la creación de Ashbless, personaje, ya lo digo ahora, central en la trama de Las Puertas de Anubis, pero que saldría en otras novelas de este autor y de Blaylock. Aquí tenéis la parte de la entrevista, al completo, sobre lo que Powers nos explica sobre Ashbless:
«JB (entrevistador): Cuéntame ahora sobre el nacimiento de Ashbless y cómo surgió todo esto en la universidad.
TP (Tim Powers, traducido por Google traslator como Papel higiénico): Bueno, el periódico de la escuela imprimía poesía escrita por los estudiantes y todavía estábamos lo suficientemente cerca de 1968 como para que los poemas fueran todos en verso libre, sin puntuación, tonterías hippies sin rima. Muy pretencioso, eso sí. Algo así como Donovan Leitch después de una lobotomía, ¡si pudieras imaginar ese efecto!
Así que Blaylock y yo decidimos que podíamos escribir cosas que fueran mucho más pretenciosas y portentosas, pero totalmente absurdas. Y así empezamos, yo escribía una línea y se la pasaba a Blaylock. Escribía una línea debajo de la mía y la pasábamos de un lado a otro hasta que llegábamos al final de la página y la persona que viera su línea sería la última y se aseguraría de atarla. Y luego le inventamos un nombre. Dije que el apellido debería ser una de esas cosas de dos sílabas, dos palabras… Mitford, ya sabes. Y entonces a uno de nosotros se nos ocurrió Ash, el otro vino con Bless y con nuestro amigo William estaba sentado allí, así que tomamos su nombre de pila.
Así que los enviamos al periódico y los publicaron y les dimos el número de teléfono de Blaylock, así que lo llamaron y le dijeron: «¡Vaya! Nos encanta su poesía. ¿Es William Ashbless?” Y Blaylock dijo: «¡Uh, Yah!»
«Nos encanta su poesía. ¿Podemos saber algunos detalles biográficos sobre usted?
«Uhm… No salgo mucho».
Y así empezamos a llevar los poemas de Ashbless a este pequeño grupo de escritores que la anciana irlandesa organizaba, y decíamos: «Nuestro amigo William Ashbless nos los dio para leer aquí y quiere saber qué piensa el grupo de este trabajo». Y la gente decía: «¿Por qué no podía venir por su cuenta?», y nosotros decíamos: «¡Está horriblemente deforme! ¡Terriblemente lisiado!» y todo el mundo decía: «¡Oh, Dios mío! Es muy triste. Bien, leed sus poemas».
Y así, Blaylock y yo comenzábamos a leer, pero no podíamos leer más de cuatro líneas antes de empezar a desternillarnos. Y todo el mundo pensaba que éramos totalmente insensibles al reírnos de esta manera del trabajo, sin duda minucioso y laborioso, de este tullido torturado. ¡Ja! Y algunas de estas personas, por supuesto, afirmarían ver una gran importancia en el trabajo de Ashbless. Simplemente vasto, ya sabes, capa sobre capa de significado. Y Blaylock y yo intentábamos mostrar sutilmente nuestro desprecio por la gente que pensaba así, pero, por supuesto, después de unas cuantas jarras de cerveza, tu estimación de lo que es sutil disminuye, ¿sabes? Así que al final de la noche solía ser bastante vergonzoso.
Pero, de todos modos, después de eso, cada vez que Blaylock o yo estábamos escribiendo un libro que involucraba a un poeta barbudo loco o cualquier tipo de poeta, usábamos el nombre de William Ashbless y yo había usado Ashbless en mi libro Las Puertas de Anubis, y mientras todavía estaba en producción, Blaylock les envió su libro The Digging Leviathan, en el que Ashbless era un personaje. Y la editora le escribió a Blaylock y le dijo: «¿Qué es esto de Ashbless? ¿Conoces a este personaje de Powers?», y Blaylock dijo: «¡Oh! Lo siento. ¿Lo tiene Ashbless en el suyo? Lo usamos mucho. Lo sacaré del mío». Y ella dijo: «No. Déjalo dentro. Déjalo dentro. Pero hable con Powers y trate de hacerlo consistente». Y así, desde entonces, de hecho, en todos mis libros me he referido a Ashbless y ahora casi tengo la idea de que me daría mala suerte dejarlo fuera.
En los últimos libros no he usado el nombre Ashbless, he usado Ceniza-Bendiga, que en español significa «Ash-Bless». Pero creo que tal vez me mudaré al alemán o algo más adelante, pero creo que sería mala suerte dejarlo fuera.
JB: La evolución de Ashbless… Casi se ha convertido, en la conciencia de sus lectores, en una figura muy real. ¡Debes estar muy contento de que el engaño, por así decirlo, haya permeado en todas partes!
TP: Es cierto. De vez en cuando entro en la red y hago una búsqueda de William Ashbless. Un lugar donde lo encontré fue en un artículo de no ficción totalmente serio sobre cómo obtener un doctorado. Dicen cómo postular a las universidades, cómo organizar tu tesis, en qué debe consistir una tesis… y el ejemplo que usaron fue: «Digamos, por ejemplo, que estás haciendo tu tesis sobre las obras de William Ashbless…» y no hay más referencias sobre mí ni nada, y no estoy seguro de que la persona que escribió el artículo supiera que Ashbless era inventado. Y he oído hablar de personas que fueron a buscarlo en Britannica o Books in Print y cosas así.
JB: Pero vosotros dos habéis perpetuado el engaño a lo largo de los años. Hay algo perverso en lo que estás haciendo. ¡Obviamente disfrutas haciéndolo así de real!
TP: Sí. ¡Incluso hemos escrito un libro de cocina! -EL LIBRO CONMEMORATIVO DE COCINA DE WILLIAM ASHBLESS – que nunca hemos publicado. Son todas las recetas de Ashbless extraídas de la correspondencia de Ashbless. Decimos «Extracto de una carta a Marcel Proust» y “traducido al inglés”. Así que hemos extraído las recetas favoritas de Ashbless de su correspondencia con personas famosas.
JB: ¿Crees que va a ver la luz del día?
TP: ¡Finalmente! ¡Es desagradable que hayan pasado tantos años!»
Toda una historia. Crearon a Ashbless como a una persona real y hubo algún académico que así lo creyó. De hecho, cuando empecé a leer la novela, como se nombran autores románticos como Byron o Coleridge, al ser nombrado Ashbless pensé que era real. Como me gusta el romanticismo inglés y Ashbless no me sonaba de nada, me puse a buscarlo para saber quién era, cuál era su obra, etc., y así supe que no era un personaje real.
Y este es uno de los puntos fuertes de la novela. Powers narra muy bien, es sutil y preciso. Para mí falla más en la narración de la acción, que me parece algo confusa en varios pasajes, pero narra bien. Yo no conozco Londres, pero él va narrando la ciudad de tal manera que supongo que alguien que conozca la ciudad podrá imaginársela fácilmente. Y claro, tal y como hace encajar a Ashbless en la historia, este te puede parecer un autor romántico sin ningún problema. Al menos a mis ojos, a un experto conocedor de aquella época no, por supuesto. O eso quiero pensar…
Otro detalle de la novela: este trío de amigos tuvo una gran amistad con PKD en los últimos diez años de la vida de este, algo que puedes leer en esta otra parte de la entrevista. Quizá la traduzca en condiciones en algún momento y la suba aquí, porque no tiene desperdicio. El detalle interesante es que, según explicó Powers, hay una página de la novela, no se ha desvelado cuál, que fue escrita por PKD. Aprovecho para añadir que el personaje de David de la novela VALIS de PKD está basado en Powers, y que ¿Cuándo sueñan los androides con ovejas eléctricas?, más conocida como Blade Runner, fue dedicada por Dick a Tim y Serena Powers.
Explicado todo esto, como he dicho al inicio, Las Puertas de Anubis tiene mucho que ver con el nacimiento de la etiqueta steampunk. Veamos por qué.
Y nace el steampunk
Aunque la estética victoriana —o decimonónica, por ampliar—, los ingenios imposibles y los misterios de toda índole son marca de la casa de Verne o Wells, en cierto modo no cuentan como steampunk, porque en realidad narraban desde su contemporaneidad.
Como me estoy montando mi definición de steampunk según lo que he leído y lo que me parece, sin intención de convencer a nadie porque me da igual, creo que la gracia del steampunk está en narrar a posteriori los hechos ucrónicos representados en la historia en cuestión. Y lo mismo sucede con los ingenios tecnológicos que aparecen en dichas historias. Pero como esto de la ciencia ficción y sus géneros es tan amplio, tanto da.
La aparición de la etiqueta steampunk fue muy sencilla. Como Powers, Blaylock y Jeter habían escrito algunas historias y novelas con una propuesta similar en cuanto estética y premisas, este último escribió una sugerencia a la importante revista Locus:
Traducción:
«Estimado Locus.
Adjunto una copia de mi novela de 1979 Morlock Night; te agradecería que se la hagas llegar a Faren Miller, en tanto es evidencia fundamental en el interesante debate sobre quién dentro del «triunvirato de la fantasía formado por Powers/Blaylock/Jeter» escribió primero «al estilo gonzo-histórico». Por supuesto, con todo, encontré su reseña en la Locus de marzo muy halagadora.
Personalmente, creo que las fantasías Victorianas serán el siguiente «bombazo», siempre y cuando se nos ocurra un término adecuado que nos englobe a Powers, Blaylock y a mí mismo. Algo basado en la tecnología apropiada de la época, como «steam-punks», tal vez…»
K.W. Jeter, abril de 1987
Aunque había novelas que encajan en lo steampunk anteriores al trío en cuestión, la propuesta caló, y lo dicho, aunque el steampunk es un género en el que caben muchas cosas diferentes —por ejemplo, Las Puertas de Anubis no tiene tecnología de vapor ultra avanzada, sino más bien magia en los magos de la novela, que son muy pocos—, destaca en que sus historias proponen una visión amigable y romántica hacia la ciencia y la tecnología, y los problemas sociales no suelen ser el epicentro de estas. Suelen ser historias de aventuras, herederas de las obras de Conan Doyle, Mary Shelley, H.G. Wells, Verne, etc.
Hay steampunk histórico, como el de estos autores, pero también hay steampunk de fantasía, como por ejemplo La Estación de la Calle Perdido de China Mieville, varias novelas de Susanna Clarke y bastantes más, incluida mi novela. En mi caso, es un universo inventado que no tiene ninguna relación con la Tierra, pero el steampunk y la magia pululan por ahí.
En fin, ya está. En principio iba a escribir una reseña normal de Las Puertas de Anubis, pero al indagar más en el asunto me he encontrado con todo esto. Espero que os haya parecido curioso e interesante como a mí.
Nos vemos en la próxima reseña.
[1] Sánchez Jaramillo y Molina Valencia definen la ucronía de la siguiente manera:
«[…] reconstrucciones lógicas de un evento no sucedido pero que podría haber sido, convirtiéndose en narraciones de realidades no existentes, por eso suelen ser llamadas historia virtual, alternativa o contrafáctica, y buscan responder la pregunta ¿qué hubiera pasado si…?»
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